miércoles, 12 de octubre de 2016

La conseja del perro Nevado

El contenido de esta conseja viene a ser muy cónsono con la razón y título de este blog, porque vamos a hablarles de una leyenda convertida en conseja.
En los Andes venezolanos sus pobladores tienen muchas fábulas legendarias, sobre todo en Mérida, y no me refiero solamente a la capital sino al estado. Ciudad culta desde sus inicios en cuyo seno se originó un marcado sincretismo entre lo indígena y lo europeo y, gracias a ese fenómeno cultural, muchas tradiciones y costumbres se han mantenido y entre ellas las leyendas.
Un gran merideño fue don Tulio Febres Cordero. En su obra, muy vasta en conjunto, dedicó particular atención a las tradiciones, mitos y leyendas de los Andes. Su escrito más famoso y difundido fue la narración del mito indígena Cinco águilas blancas, maravillosa recreación de la formación de la Sierra Nevada, mas hay otra de sus narraciones que la ha reemplazado en notoriedad y, podríamos agregarle, credibilidad. Es la leyenda del perro Nevado.
Para aquellos que no hayan oído hablar del can, se trata de un perro de raza mucuchíes que le fue regalado a Simón Bolívar en su tránsito de Mérida a Barinas en 1813 y que lo acompañó en todas sus campañas como un guerrero más, aunque consentido. En el regalo vino incluido un indígena llamado Tinjacá, como su custodio. Por las vicisitudes de la guerra, Bolívar perdió al perro y al cuidador y, de manera fantástica –al fin y al cabo es una leyenda–, ambos fueron a parar a las manos de José Tomás Boves, archienemigo de Bolívar. El nuevo propietario se encariñó igualmente con can e indio, pero Boves fue muerto en Urica y entonces Tinjacá logró llevar al perro de vuelta a los Andes para que milagrosamente se reencontrara con el Libertador en 1820.
Nevado participó con su amo en la Batalla de Carabobo, en la que rindió su vida cuando atacaba a mordiscos a los españoles. Tinjacá resultó gravemente herido al tratar de protegerlo infructuosamente y Bolívar soltó una lágrima por Nevado, aunque la narración no aclara si también por el indio.
Cuando don Tulio lo escribió, cuidadosamente apuntó en la introducción que lo había creado a partir de una leyenda oral que se narraba a los niños en el siglo XIX, embellecida y magnificada por su mano. A pesar de esa confesión, con el transcurrir de los años la narración de Febres Cordero ha sido convertida en un hecho histórico incontrovertible hasta el extremo que una de las misiones del gobierno, creada para la protección de los perros realengos, callejeros o abandonados, se llama ¡Nevado! Y no por la leyenda, sino dando como hecho cierto su historia.
Desde muchos años atrás en la misma capital merideña, en los Chorros de Milla, se había levantado una estatua de bronce del indio Tinjacá, pero solo eso. Con el devenir de los cambios, el paroxismo se ha exagerado a tal punto que hay monumentos erigidos a Nevado en varios municipios de la entidad y fuera de ellos.
Así que lo que era una agradable leyenda oral se ha transformado en una conseja total. Es decir, una mentira.
Roberto Sánchez Hernández
Profesor e historiador
preguntamedehistoria@gmail.com