miércoles, 25 de enero de 2017

Sobre el 23 de enero de 1958

Wolfgang Larrazábal U.
Hace ya unos treinta y pico de años (¡Dios! ¡Qué viejo estoy!) hice un viaje por avión a Barinas, no en un jet sino en un antiguo Viscount a hélice, de Aeropostal o Avensa, no recuerdo cuál de las dos líneas aéreas. Uno de los pasajeros, sentado al otro lado del pasillo, era un señor de unos 70 años de edad; aún le quedaba cabello, escaso y muy canoso, más bien peinado. Vestía saco a cuadros, pantalón unicolor y corbata, todo con aspecto de mucho uso; los zapatos estaban también bastante trajinados, aunque impecablemente lustrados. Su aspecto en general era de absoluta pulcritud.

Me pareció conocido y le mantuve la vista fija buscando en mi memoria de dónde. Él notó el escrutinio y, a su vez, me miró y sonrió. Confieso que me turbé algo por haber sido descubierto en el delito de fisgoneo. Le sonreí también pero, de seguidas, volteé la cabeza para esconderme con las páginas del libro que siempre llevaba en mis viajes. Me abstraje en la lectura olvidándome del pasajero.

Al llegar a Barinas nos dispusimos al desembarque. Tuve que esperar mientras el señor extraía del compartimiento de equipaje de mano, mal llamado sombrerera, una humilde maletica de tela, casi raída, a la que se le apreciaban años y años de uso. Marchó hacia la salida del avión unos pasos adelante. Bajamos las escaleras, caminamos al terminal, siempre yo unos pasos detrás. Al llegar a las puertas del edificio el viajero fue recibido por dos personas de porte distinguido, mucho mejor vestidas que el visitante; mejor dicho, mejores trajes y a la moda. Escuché que le dieron la bienvenida tratándolo de ¡Senador!

Fue entonces cuando lo reconocí. Era el vicealmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto, el mismo que en 1958 fue presidente de la Junta de Gobierno que reemplazó al dictador Marcos Pérez Jiménez; después, y sucesivamente, candidato presidencial, embajador en Chile, senador ¡Todo un cofundador de la democracia!

No viajaba en jets privados; no tenía guardaespaldas ni secretario. Más que modestamente vestido, pero con ropas limpias y planchadas, con zapatos muy gastados, pero brillantes, seguramente embetunados y cepillados por él mismo. La imagen de la pobreza digna, sin aspavientos.

Esa imagen es la que se me ha venido a la mente este 23 de enero. La de Larrazábal; la de Rómulo Betancourt, dos veces presidente, que al salir de Miraflores ni casa tenía; la de Luis Beltrán Prieto Figueroa,cuya vivienda llamó Ancha y Ajena, ancha porque cabían todos sus amigos y ajena porque la debía al banco; la de Luis Piñerúa Ordazque tenía como «mansión de playa» una casita de dos habitaciones en Puerto Píritu.

En este 23 de enero de 2017 quiero recordar eso: cuando nuestros líderes eran honestos, cuando teníamos esperanzas de vivir en un país mejor. Me corrijo: cuando teníamos un país.

Roberto Sánchez Hernández
Profesor e historiador
Preguntamedehistoria@gmail.com