“Cuando mi hija tenía 4 años de edad yo
le contaba cuentos infantiles, y un día le
estaba leyendo Hansel y Gretel, de los hermanos Grimm; en
el momento cuando los hermanitos se pierden en el bosque y empieza a anochecer, y los niñitos arrojan las miguitas de pan, yo se lo contaba con voz gruesa para asustarla, era
de noche, y mi hija, de 4 años de edad, en vez de asustarse, me dice:
“Pero que llamen al papá por el celular...”, y por primera vez me percato de que mi hija
no sabe que hubo una vida antes de la telefonía alámbrica y descubrí cuán espantosa
resultaría la literatura si el celular hubiera existido siempre.
“Pensemos
entre nosotros en cualquier historia clásica, por ejemplo, Caperucita Roja, Blanca Nieves, Cien años de
soledad, cualquier historia, y pongámosle un celular en el bolsillo al
protagonista: ¿funcionaría la trama?, ¿funcionaría la trama, ahora cuando los
personajes podrían llamarse desde cualquier lado?, pues Noooo. No importa cuál historia
elijamos, la trama no funcionaría.
“Con
un teléfono en las manos, Penélope ya no esperaría con
incertidumbre a que el guerrero Ulises vuelva del combate. Con un celular en la
canasta Caperucita alertaría a tiempo a su abuelita y la llegada del leñador no
es necesaria. Con un telefonito el coronel sí tiene quien le escriba, por lo
menos, algún mensaje de texto aunque sea spam,
y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de
localización de personas de la telefónica y el cerdito de la casa de madera le
avisa a su hermano que ya el lobo va hacia allá y Gepetto recibe un alerta de
la escuela avisando que Pinocho no fue en la mañana.
“Un
enorme porcentaje de las historias escritas tuvieron como principal fuente de conflicto
la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Existen los cuentos clásicos,
gracias a la ausencia de la telefonía móvil. Ninguna historia de amor habría sido trágica o complicada si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono
en el bolsillo.
“La
historia romántica por excelencia, la historia más romántica de la historia misma
de la literatura, Romeo y Julieta, que
basa toda su tensión dramática en una incomunicación fortuita: la amante finge
un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata en serio, y entonces ella
cuando se despierta se suicida de verdad. Si Julieta hubiera tenido un teléfono
celular le habría escrito un mensaje de texto a Romeo en el Capítulo VI: ‘Me
hago la muerta, pero no estoy muerta. Un beso. Nos vemos en Verona’.
“Todas
esas películas en las que el chico corre por las calles del aeropuerto para que
ella no se suba al avión, ahora se solucionan con un mensaje de texto, y ahora yo
me pregunto: ¿no estará pasando lo mismo en la vida real? ¿No nos estaremos
privando de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente?
“¿Alguno
de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle al ser
que ama, que no suba a ese avión, que la vida es acá y es ahora? Yo creo que
no. Yo creo que le enviaremos a ese ser un mensaje de texto lastimoso, un whatsapp
breve, desde el sofá; ¿para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la
aventura si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre?
“Una
llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma. Nuestro cielo ya está
infectado de señales y secretos: ‘¡Cuidado, que el duende está yendo allí para
matarte! ¡Ojo, que la manzana ya está envenenada!, ¡no vuelvo esta noche a casa
porque he bebido!, ¡si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama! ¡Papá,
ven a buscarnos porque unos pajaritos se comieron las migas de pan!
“Nuestras
historias están perdiendo el brillo, aquellas escritas, las vividas, incluso,
las imaginadas porque a mí me parece que nos estamos convirtiendo en héroes
perezosos”.
Este
simpático escrito lo tomé de un audio que me transmitieron justamente a través
de Whatsaap y mucho quisiera saber el nombre de la persona, que por su acento
es de origen argentino, para darle sus justos créditos.
Mucho
agradezco a quien lo sepa, me lo informe, porfa. Y ¡gracias!
Rayza E. González R.
5 de febrero de 2018