Se
cree que el gato es una especie que
entró en la vida del ser humano hace más de mil años y que ha sido un
aliado fundamental en el desarrollo de la especie humana y de su tránsito por
la historia.
El gato posee sentidos del olfato y vista 14 veces superior al hombre. En el ámbito del oído, el gato puede oír 2 octavas más agudas que nosotros y tiene un sistema de comunicación diferente tanto para hablar entre ellos como para comunicarse con sus amos.
La mayoría opina que los gatos son perezosos, que no hacen nada y que todo lo que hacen es comer y dormir, pero dicen los entendidos que los mininos tienen un papel importante en la vida de sus amos.
Hay algunas estadísticas que indican que actualmente las familias tienen más gatos que perros, porque argumentan que aquellos tienen la habilidad de eliminar la energía negativa que puede haber absorbido un cuerpo humano. Se cree que ellos tienen la facultad de impregnarse de la energía negativa de cada uno de los integrantes de un grupo parental, por lo que es recomendable, según, un gato por cada dos miembros de la casa, y así protegerán durante la noche para que ningún espíritu indeseado entre a las moradas.
Y todo este preámbulo es para relatarles cómo Ignacio, dilecta mascota de mi sobrina Beatriz, le “chismeó” a su dueña acerca de una potencial invasión ocasionada por otro de su especie.
Ignacio vio, olfateó, algo nada usual que estaba sucediendo justo en el piso de las escaleras del edificio donde habitan, y raudo y veloz se apresuró a buscar a su ama que estaba en sus labores cotidianas preparando la cena. El dulce minino le ronroneaba por las piernas, maullaba, se medio retiraba, volvía y la veía con rostro de angustia, y con movimientos corporales la instaba a salir del apartamento.
Beatriz no comprendía el lenguaje de su mascota, y le dio agua, y le dio una galletica y nada; Ignacio, ahí, decidido, incitaba a su ama a salir a ver algo. Finalmente, Beatriz accedió a ver qué era lo que ocurría y cuál no sería su sorpresa cuando vio a un invasor muy acurrucado en la base de una planta que ornamenta los predios del edificio en el que ellos viven; se trataba de un gato “callejero”, de esos que deambulan en busca de alimentos, que se había arremolinado dentro de la maceta. Mi sobrina procedió a espantar al intruso y con mucho cariño le dio otra galletica a su minino amado, en señal de agradecimiento por tan oportuna información. Ignacio la había liberado de tan “intempestivo invasor”, ya que Beatriz, con todo el dolor de su alma, no podía hacerse cargo de otra mascota.
Y esto no es una leyenda; es realmente una pequeña narración tomada de la vida misma, que puede indicarnos cuán valiosas son las mascotas en nuestros hogares.
El gato posee sentidos del olfato y vista 14 veces superior al hombre. En el ámbito del oído, el gato puede oír 2 octavas más agudas que nosotros y tiene un sistema de comunicación diferente tanto para hablar entre ellos como para comunicarse con sus amos.
La mayoría opina que los gatos son perezosos, que no hacen nada y que todo lo que hacen es comer y dormir, pero dicen los entendidos que los mininos tienen un papel importante en la vida de sus amos.
Hay algunas estadísticas que indican que actualmente las familias tienen más gatos que perros, porque argumentan que aquellos tienen la habilidad de eliminar la energía negativa que puede haber absorbido un cuerpo humano. Se cree que ellos tienen la facultad de impregnarse de la energía negativa de cada uno de los integrantes de un grupo parental, por lo que es recomendable, según, un gato por cada dos miembros de la casa, y así protegerán durante la noche para que ningún espíritu indeseado entre a las moradas.
Y todo este preámbulo es para relatarles cómo Ignacio, dilecta mascota de mi sobrina Beatriz, le “chismeó” a su dueña acerca de una potencial invasión ocasionada por otro de su especie.
Ignacio vio, olfateó, algo nada usual que estaba sucediendo justo en el piso de las escaleras del edificio donde habitan, y raudo y veloz se apresuró a buscar a su ama que estaba en sus labores cotidianas preparando la cena. El dulce minino le ronroneaba por las piernas, maullaba, se medio retiraba, volvía y la veía con rostro de angustia, y con movimientos corporales la instaba a salir del apartamento.
Beatriz no comprendía el lenguaje de su mascota, y le dio agua, y le dio una galletica y nada; Ignacio, ahí, decidido, incitaba a su ama a salir a ver algo. Finalmente, Beatriz accedió a ver qué era lo que ocurría y cuál no sería su sorpresa cuando vio a un invasor muy acurrucado en la base de una planta que ornamenta los predios del edificio en el que ellos viven; se trataba de un gato “callejero”, de esos que deambulan en busca de alimentos, que se había arremolinado dentro de la maceta. Mi sobrina procedió a espantar al intruso y con mucho cariño le dio otra galletica a su minino amado, en señal de agradecimiento por tan oportuna información. Ignacio la había liberado de tan “intempestivo invasor”, ya que Beatriz, con todo el dolor de su alma, no podía hacerse cargo de otra mascota.
Y esto no es una leyenda; es realmente una pequeña narración tomada de la vida misma, que puede indicarnos cuán valiosas son las mascotas en nuestros hogares.
Rayza E. González R.
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