Pedroluis y Tammy constituyen
una pareja muy bien avenida, son amantes de la naturaleza, de los animales, les
encanta la vida sana y él cocina rico porque es chef, profesión que ejerce con
muchísima pasión.
Entre ambos materialmente lo
han logrado todo a punta de esfuerzo y trabajo, y sus vidas la comparten con Gaspar
y Rosita, que se encarga diariamente de todos los quehaceres del hogar y que también se comporta de una manera muy eficiente.
Como todos los días, Pedroluis
y Tammy partieron para sus respectivos trabajos y, como siempre, dejaron a
Gaspar con Rosita.
En la tarde él pasó a recoger a
su esposa a su trabajo y llegaron juntos al apartamento. Cuando abrieron la
puerta ni Rosita ni Gaspar salieron en señal de saludo a la pareja, que
súbitamente y, con mucha razón, se llenó de pánico.
Entraron en desesperación y comenzaron
a dar alaridos llamándolos a ambos, y al darse cuenta de que no estaban se volvieron como locos porque había una orden de no salir hasta que los
esposos llegaran a casa. Pensaron en secuestro, en robo, cualquier barbaridad
les pasó por sus cabezas, y no atinaban a concluir en nada objetivo.
De pronto, Tammy reflexionó y
llamó a la cordura, y se le ocurrió comunicarse con su madre por teléfono.
—Aló, mamá, ¿por casualidad Rosita y Gaspar andan por allá?
—Aló, mamá, ¿por casualidad Rosita y Gaspar andan por allá?
—No, hija, ¿por qué? ¿Qué pasa? ¡No me asustes!
—¡Ay!, mami, Pedroluis y yo acabamos de llegar, y no están
en la casa. Y mi papá, ¿dónde anda? —preguntó Tammy angustiadísima.
—Se fue esta mañana a Maracay, como a las nueve, a casa
de tu tío. —Respondía la madre visiblemente agitada.
—Entonces, ¡ya lo llamo! —Y colgó el auricular, sumamente
nerviosa.
Tammy, de inmediato, llama al
celular de su papá y ¡sorpresa! Un móvil repica en el mesón de la cocina y otra
vez la pareja entra en pánico. Al parecer Juan José, el papá, había estado en casa de
los esposos —tenía llaves auxiliares por alguna eventualidad— y dedujeron que, en
el mejor de los casos, se había llevado a Rosita y a Gaspar.
Rauda y veloz marcó el número
del tío y al preguntarle por los extraviados, el pariente respondió:
—De Rosita no sé, pero Gaspar está feliz retozando en el
patio de la casa.
—¡Uff!, gracias, tío... ¡Qué susto nos hemos llevado! Dile
a mi papá que me lo cuide mucho y que no se venga tan tarde, y que aquí hablaremos seriamente. ¡Adiós!
Tammy se dejó
caer en una poltrona, mientras su esposo la acariciaba cariñoso para terminar
de calmarla.
Unas horas más tarde llegó Juan
José con Gaspar, dilecta mascota puddle de 5 años de edad, uno de los grandes amores de
Pedroluis y Tammy.
Como era día viernes la
pareja olvidó que Rosita se había ido de fin de semana a casa de sus padres, y para
que Gaspar no se quedara solo Juan José lo buscó en la mañana y se lo llevó de
paseo.
Rayza E. González R.
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