Difícilmente
se encuentra una nación con historia más rica en hechos que Venezuela. Y así lo
decimos porque no se puede escribir, ni siquiera hablar de acontecimientos
históricos en el continente, sin mencionar a nuestro país o a algunos de sus
hijos. Bolívar, Miranda, Sucre, Bello y
muchos otros fueron los grandes protagonistas.
Pero
más abundantes que la historia real venezolana son sus consejas, sobre las que
estaremos escribiendo en este espacio.
Al
general José
Antonio Páez, aún y con la defenestración que se le ha intentado hacer en
los últimos años, se le conoce como el más aguerrido de los héroes de la Independencia,
pero también, como conseja, como el más iletrado. Una enorme cantidad de
chistes ha circulado al respecto durante muchos años, en los que ha sido
señalado en contradicción con un Bolívar cultísimo.
Nada
de la ignorancia de Páez es cierta. Si bien de niño recibió una elemental
enseñanza a punta de azotes de su maestra Gregoria Díaz, su natural
inteligencia y curiosidad lo autoformaron. Al relacionarse con Bárbara Nieves, su
compañera de vida por largos años, Páez se «culturizó», adquirió buenos
modales, aprendió idiomas, llegó, si no a escribir, a dictar su biografía para la publicación de textos, tocaba el violín, cantaba y hasta actuaba en óperas en
representaciones hogareñas. Y como gobernante fue quien hizo posible la
creación de un país llamado Venezuela.
Entonces,
¿por qué esa imagen del Páez ignorantón?
Quizás
porque el bajo pueblo se compenetró con él. Bolívar nunca tuvo ese rapport, esa
identificación. El Libertador jamás proyectó una imagen de pertenecer a la
masa. No podía hacerlo. Era un aristócrata de cuna y de principios, por más
democrático que se vistiera. La masa lo admiraba, llegó a idolatrarlo más como
a una figura lejana, como a un semidiós. Páez, en cambio, venía del pueblo
mismo; era uno más de ellos, que había podido levantarse desde la nada. Y como
parte de un pueblo inculto también tenía que compartir la ignorancia.
Todo
lo anterior viene a colación por la conseja de la orden que dio Páez en la
batalla de la Mata del Herradero, más conocida como las Queseras del Medio, en
la que con 150 hombres se enfrentó a los 1.500 de la caballería del general
español Pablo Morillo. Después de dar una carga hizo retroceder a sus lanceros
en aparente huida para ordenar que giraran y sorprender al enemigo que estaba
en su persecución. La orden que dio a viva voz fue aquella de ¡¡¡Vuelvan
Caras!!! Pero muchos venezolanos piensan, dicen y han repetido incesantemente
que esa es la versión edulcorada; que realmente lo que gritó fue ¡¡¡Vuelvan,
carajo!!!, porque el uso de esa palabrota va más con la imagen del Páez del
pueblo.
Mas
no fue así. La maniobra táctica de falsa retirada para retomar el ataque por
sorpresa ha sido usada por los militares desde tiempos tan remotos como los de
Alejandro Magno. Por otra parte, las voces de mando tienen que ser siempre las
mismas, claras e inteligibles por la tropa.
Páez,
que también fue autodidacta en la guerra, ya había utilizado esa maniobra en
otros encuentros de menor consideración. Órdenes como retirada, pasitrote y
vuelvan caras fueron las que uso en la Queseras y las que le dieron el triunfo
glorioso de esa ocasión. Pero es más popular pensar, o creer, que dijo:
¡Vuelvan, carajo! que ¡Vuelvan caras! Es más venezolano.
Como
diría Óscar Yanes: «Así son las cosas»
Roberto Sánchez Hernández
Profesor e historiador
preguntamedehistoria@gmail.com
Excelentes estos relatos, ya que me gusta todo lo que se relaciona con esa Venezuela amable, afectuosa.
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